Por qué las temperaturas gélidas mantienen mejor los virus y algunas vacunas

El frío es un factor esencial para la conservación de muestras biológicas y evita que agentes externos dañen o perjudiquen las propiedades de estas terapias.

Pablo Ramos

Pablo Ramos

El frío es un factor esencial para la conservación de muestras biológicas y evita que agentes externos dañen o perjudiquen las propiedades de estas terapias

El frío, especialmente las temperaturas extremas y gélidas, es un factor esencial en medicina y biología. Actúa como un conservante natural que es capaz de mantener durante meses, años e incluso siglos las propiedades de muestras biológica y vacunas, pero también de muchos virus. 

“Las temperaturas bajo cero sirven para conservar las muestras biológicas porque las enzimas que degradan los tejidos y las macromoléculas que constituyen la materia viva (proteína, ácidos nucleicos, polisacáridos, lípidos, etc.) están inhibidas temperaturas bajo cero. De ahí que se use en conservación de alimentos”, detalla a Eltiempo.es Víctor Jiménez, catedrático del departamento de Microbiología y Parasitología en la Universidad Complutense de Madrid.

Por ejemplo, en el caso de las células vivas, estas sufren con los procesos de congelación y descongelación porque los cristales de hielo rompen las membranas celulares y por tanto pierden en gran medida su viabilidad. Una circunstancia que no sucede con otro tipo de organismos.

“En el caso de los virus, que son partículas subcelulares, mucho más pequeñas y sencillas, la congelación les mantiene «hibernados», con toda su actividad biológica inhibida, pero viables como partículas infecciosas si se recupera la temperatura a la que son capaces de desarrollar el proceso infectivo”, explica Jiménez. De hecho, los expertos han recuperado virus viables de la Era Cuaternaria en lugares como el permafrost.

Es importante recordar que no todas las vacunas tienen este requerimiento de frío para mantenerse

Por su parte, en el caso de las vacunas, el frío se utiliza como una estrategia de conservación, ya que cuanto más baja sea la temperatura, mejor se conservan, tanto las muestra biológicas, como los virus vivos, como las vacunas. Una situación que requiere un mayor coste y gasto de energía.

Diferencias entre las vacunas para el coronavirus

En concreto, en las últimas semanas, dos grandes compañías farmacéuticas han anunciado que tienen diseñada una vacuna para el coronavirus y la COVID-19 con un 90% y 94% de eficacia respectivamente. Unas terapias que deben transportarse a temperaturas extremas para que mantenga su validez. 

Por ejemplo, en el caso de la vacuna de la compañía Moderna, esta terapia se mantiene estable para temperaturas de entre 2 y 8 grados, por lo que puede mantenerse incluso en un frigorífico de cualquier casa durante 30 días y hasta 12 horas a temperatura ambiente.

Sin embargo, para su traslado, se necesita que la cadena de frío se mantenga en torno a los -20 grados, temperatura a la que los componentes de la vacuna no sufren ningún daño y pueden estar incluso seis meses. 

Por otro lado, la vacuna de Pfizer requiere de una temperatura aún más baja, de unos 80 grados bajo cero, para mantener todas sus propiedades y eficacia. 

En pleno permafrost, se utilizan las temperaturas gélidas y extremas para conservar en perfecto estado millones de semillas

“Es importante recordar que no todas las vacunas tienen este requerimiento, pero estas dos son nuevas estrategias basadas en RNA, que es una molécula extremadamente lábil, de modo que solo la ultracongelación garantiza su conservación»,explica este Jiménez. 

«En el caso de la de BioNTech/Pfizer requiere temperaturas de hielo seco o nieve carbónica (-80ºC). En el caso de la de Moderna, la formulación en nanopartículas lipídicas y los adyuvantes que utilizan parece proteger mejor al RNA de la degradación y permite una conservación a temperaturas de congelación normales (-20ºC), lo que le da ventaja de cara a su distribución”, añade.

Otras instalaciones que recurren al frío extremo

Tal y es la importancia el frío y las temperaturas gélidas en estos procesos de mantenimiento que se utiliza en otro tipo de instalaciones. Por ejemplo, la bóveda global de semillas de Svalbard, en Noruega es un inmenso almacén que guarda muestras de semillas de plantas para alimentación de todo el mundo.

Imagen de Longyearbyen, Spitzbergen (Svalbard): Pangea The Travel Store

Una infraestructura situada unos 1300 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, en pleno permafrost, que utiliza las temperaturas gélidas y extremas de este punto de planeta para conservar en perfecto estado y con seguridad el almacén de semillas más grande del mundo.

VÍDEO RELACIONADO: ESTOS GESTOS PUEDEN LIBRARTE DEL CORONAVIRUS ESTE INVIERNO